jueves, 6 de febrero de 2014

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Mago Elminster, he recibido tus historias que he tardado en completar o responder. No quise importunar con mi respuesta, pues claramente resumir sucesos en una hoja de papel y que trasmitan sentimientos no es un arte fácil de practicar. No soy buena pero quisiera contarte la historia que he descubierto en mi chica, en su alma, en su corazón, aquello que me ha contado y aquello que me ha permitido descubrir. 

Un sábado de navidad se conocieron.  Una acera que recibe un trago de tequila, unas cuantas rondas por un parque poblado de gente infeliz que grita y camufla sentimientos con sonrisas forzadas, colecciones de saludos de mano y de besos recibidos y dados a todos aquellos conocidos que durante años desaparecen tras sueños aplazables. Una noche de risas y coquetería, de tequilas y brindis, de compartir con amistades viejas y nuevas. Una nueva amistad se funde esa noche para comenzar a moldearse. 

Son ellos, la chica de la mirada de ángel y aquel ángel venido para amarla. Tu chico y mi chica.  Ella y él. Una noche en la que conocer gente es sencillo. Una noche de celebraciones mundanas. Una noche en la que el reencuentro es tan fácil pero poco reconfortante en la mayoría de ocasiones porque pasan desapercibidos o tan rápidos cuál velocidad de la luz. Los unió un destino, los unió un amigo comodín. Él. Él tan normal, tan amigo, tan amable, tan sonriente, tan común. Tan él. Ella. Ella tan normal, tan amiga, tan amable, tan sonriente, tan común. Tan ella. Ambos tan ellos.

Esa noche se divirtieron todos pero nadie sospechaba lo que comenzaba a construirse allí, mago Elminster. Era insospechable al ojo humano aquello que se estaba tejiendo. Una amistad tan simple como comienzan la mayoría, con amabilidad, sonrisas, un par de miradas y solo en par de veces un cruce de palabras con preguntas poco importunadas. Todo tan normal. Tan superficial.

Con los días compartían más, se reunían todos para salir, jugar, escuchar música, tomar un café, un vino, una cerveza, un tequila. Todos, allí ella, allí él. Cada uno ya reconocía la sólida presencia del otro como augurio de un futuro armonioso. Se extrañaban, se necesitaban. Ya los días aunque lluviosos parecían soleados, las noches aunque frías se percibían tan cálidas, los días de tristeza se disipaban y las alegrías se multiplicaban. Ella para él y él para ella. Ahora una amistad ya no tan común.

Su sonrisa la llenaba, eso me ha dicho, aunque he descubierto más de lo que ha dicho. Sus palabras son firmes y claras pero solo cuando deciden fluir. Incluso discute con las que le definen su ser y sus sensaciones pues parece que ellas prefieren ser escritas antes que pronunciadas.

Ya cruzaban más que palabras sensaciones, emociones, gustos, experiencias. Compartían su vida su tiempo y sus sueños.




Con cariño
HADA DEL VIENTO
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