Mago Elminster, he recibido tus
historias que he tardado en completar o responder. No quise importunar con mi
respuesta, pues claramente resumir sucesos en una hoja de papel y que trasmitan
sentimientos no es un arte fácil de practicar. No soy buena pero quisiera
contarte la historia que he descubierto en mi chica, en su alma, en su corazón,
aquello que me ha contado y aquello que me ha permitido descubrir.
Un sábado de navidad se
conocieron. Una acera que recibe un
trago de tequila, unas cuantas rondas por un parque poblado de gente infeliz
que grita y camufla sentimientos con sonrisas forzadas, colecciones de saludos
de mano y de besos recibidos y dados a todos aquellos conocidos que durante
años desaparecen tras sueños aplazables. Una noche de risas y coquetería, de
tequilas y brindis, de compartir con amistades viejas y nuevas. Una nueva
amistad se funde esa noche para comenzar a moldearse.
Son ellos, la chica de la mirada
de ángel y aquel ángel venido para amarla. Tu chico y mi chica. Ella y él. Una noche en la que conocer gente
es sencillo. Una noche de celebraciones mundanas. Una noche en la que el
reencuentro es tan fácil pero poco reconfortante en la mayoría de ocasiones
porque pasan desapercibidos o tan rápidos cuál velocidad de la luz. Los unió un
destino, los unió un amigo comodín. Él. Él tan normal, tan amigo, tan amable,
tan sonriente, tan común. Tan él. Ella. Ella tan normal, tan amiga, tan amable,
tan sonriente, tan común. Tan ella. Ambos tan ellos.
Esa noche se divirtieron todos
pero nadie sospechaba lo que comenzaba a construirse allí, mago Elminster. Era
insospechable al ojo humano aquello que se estaba tejiendo. Una amistad tan
simple como comienzan la mayoría, con amabilidad, sonrisas, un par de miradas y
solo en par de veces un cruce de palabras con preguntas poco importunadas. Todo
tan normal. Tan superficial.
Con los días compartían más, se
reunían todos para salir, jugar, escuchar música, tomar un café, un vino, una
cerveza, un tequila. Todos, allí ella, allí él. Cada uno ya reconocía la sólida
presencia del otro como augurio de un futuro armonioso. Se extrañaban, se
necesitaban. Ya los días aunque lluviosos parecían soleados, las noches aunque
frías se percibían tan cálidas, los días de tristeza se disipaban y las
alegrías se multiplicaban. Ella para él y él para ella. Ahora una amistad ya no
tan común.
Su sonrisa la llenaba, eso me ha
dicho, aunque he descubierto más de lo que ha dicho. Sus palabras son firmes y
claras pero solo cuando deciden fluir. Incluso discute con las que le definen
su ser y sus sensaciones pues parece que ellas prefieren ser escritas antes que
pronunciadas.
Ya cruzaban más que palabras sensaciones, emociones, gustos, experiencias. Compartían su vida su tiempo y sus sueños.
Ya cruzaban más que palabras sensaciones, emociones, gustos, experiencias. Compartían su vida su tiempo y sus sueños.
Con cariño
HADA DEL VIENTO
I=-/I
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